domingo, 2 de octubre de 2011

De Delhi a Jaipur.


En la parte delantera del autobús ,  separados de los viajeros por una mampara de cristal, viajan el chofer y su ayudante. Allí me paso la mayoría de los desplazamientos ya que es el lugar donde se puede fumar dentro del autobús y además me permite una visión más directa y privilegiada del viaje.
Salir de Delhi es complicado por el trafico caótico, tardamos horas en llegar a zonas despobladas y disfrutar del magnifico paisaje que encierra la India.
Atrás van quedando suburbios repletos de aglomeraciones de chabolas, familias enteras que viven bajo los puentes, al borde justo de las carreteras. De cuando en cuando podemos ver elefantes, camellos, vacas que se mueven entre los coches, rebaños de cabras o piaras de cerdos que escarban entre las basuras de los arcenes.
Atravesamos mercados que se extienden por la calle principal, generalmente la carretera de cada pueblo, con puestos de mangos, plátanos, naranjas o verduras , sharis multicolores o cacharros de cocina que van del barro al cobre, pasando por plásticos de chispeantes tonos, se muestran al posible comprador ordenados y apetecibles sobre carritos protegidos por toldos que alguna vez fueron blancos.
A ambos lados de las calles abundan los camiones aparcados, repletos de banderolas, cintas y colgantes y pintados a franjas de varios colores y con grandes letras amarillas o negras en urdu.
Los camioneros reponen fuerzas en puestillos de comida o se asean en los pilones que siempre hay al lado de los negocios, supongo que a modo de servicio añadido al viajero, o en la entrada y salida de cada pueblo.
Las mujeres visten coloridos atuendos y en muchas ocasiones llevan la cara totalmente cubierta por una gasa. Los hombres visten de blanco con pantalones bombachos enormes y adornan su cabeza con turbantes de muchas vueltas, algunos, los menos y siempre jóvenes, no vi ninguna mujer, visten a la manera occidental.


Un grupo de nómadas, aquí diríamos gitanas, nos amenazan con las varas para el ganado, al verse fotografiadas. Paramos y por las ventanillas les damos los champúes y jabones no usados en los hoteles, que Khan nuestro guía nos recomendó recoger con esta finalidad. Agradecidas por nuestro obsequios, para ellas un lujo, posan sonrientes y complacidas.



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